Por dónde empezar… Cuando se me planteó escribir este artículo, me sentí al principio muy agradecida porque han pasado muchos años y todo pasa… pero no… esto no pasa… Está…
Aquel día iba a trabajar, tenía toda una vida por delante, había terminado mi carrera, estudiado mi Máster y estaba comenzando a dar mis primeros pasos en la empresa privada.
Todos los días iba hasta Atocha en la Renfe desde Aluche. Allí hacía transbordo para dirigirme a Nuevos Ministerios. Ese día me subí en el último vagón, me senté y sucedió. Se oyeron los pitidos del cierre de puertas… y ya… pasó todo… apareció ese color gris, con ese sabor metálico que nunca se olvida…
Tuve unos años difíciles. Aunque físicamente no me han quedado secuelas graves, psicológicamente, aunque me cueste reconocerlo, sí me ha pasado factura. No me he atrevido a coger el tren de nuevo y subo en metro porque lo necesito para ir a trabajar, pero me cuesta mucho y es una lucha conmigo misma la que tengo día a día.
Pero decidí seguir con mi vida. Intenté enterrar en lo más profundo de mi cerebro lo ocurrido. Luché por taparlo y por cerrar esa puerta para siempre… lo conseguía de cara a los demás, pero en mi intimidad he tenido siempre ese día muy presente y sigo viéndome sentada en aquel vagón.
Mi intención al escribir este artículo es transmitir aliento y esperanza, porque en lo que me quiero centrar es en una circunstancia difícil vivida en este 2021. Circunstancia en la que me he encontrado en todo momento apoyada por la Asociación 11M; sobre todo por Pedro Pérez, que muchos de vosotros conocéis. Es el Trabajador Social, y fue el que movió todo el mecanismo de ayuda y ha estado ahí mano a mano conmigo para conseguir solucionar la situación.
«DESCARTÉ LA OPCIÓN DE BUSCAR TRABAJO EN EMPRESA PRIVADA. HABÍA PERDIDO MI AUTOESTIMA Y ESTABA DESCOLOCADA. CONESTASITUACIÓN ME LANCÉ AL MUNDO DE LAS OPOSICIONES»
Pues bien, llegó un día en el que me quedé sin trabajo. Llevaba 14 años trabajando en una importante empresa aseguradora del sector sanitario. Después de tantos años trabajando allí, necesité pedirme una reducción de jornada de una hora por cuidado de un menor, porque tengo unas circunstancias complicadas: mi marido tiene una enfermedad renal grave y además tengo un hijo menor que necesita cuidados como bien sabéis los que sois padres. Como ya no lo podía dar todo, dejé de servir.
Al tener una reducción de jornada por cuidado de un menor, no me podían despedir. Sufrí mobbing de manera despiadada. El médico me planteó una baja. Ellos sabían que después de haber sufrido aquel fatídico día del tren, era muy fácil debilitarme emocionalmente, y lo consiguieron, pero por mi hijo y mi marido tuve la fuerza suficiente para recurrir a un abogado y demandarlos. Así al menos conseguí una salida beneficiosa económicamente para mí.
Me encontré con 40 años, sin saber qué hacer y con todos los miedos de nuevo a flor de piel. Más bien por miedo a que me volviera a suceder lo que acababa de vivir, descarté la opción de buscar trabajo en empresa privada. Había perdido mi autoestima y estaba descolocada. Con esta situación me lancé al mundo de las oposiciones.
Me encerré durante 4 años a estudiar día y noche. Me preparé la oposición para el Cuerpo de Gestión de la Administración Civil del Estado, del subgrupo A2. Una oposición muy complicada, sí, pero me sentía con fuerza y posibilidades. Resultó un camino muy duro, porque es una montaña rusa de emociones y te desenganchas totalmente de la vida social. Esto último fue lo que menos me costó, porque tengo que decir que desde lo ocurrido en el tren, me ha costado mantener una vida social “normal”.
Me inscribí en una academia, y de nuevo tengo que agradecer a la Asociación 11-M que me ayudaran con la financiación de la preparación de la oposición, ya que fue larga y económicamente costosa para mí. Recuerdo el ánimo que me transmitía Pedro. Siempre que me acercaba a tramitar algo, tenía palabras de aliento para que no decayese y continuara estudiando.
Y por fin llegó el día esperado ¡APROBÉ LA OPOSICIÓN! Nunca lo olvidaré. Fue el 4 de Febrero de 2021 cuando salieron las notas y me vi en el listado de aprobados. No podía creérmelo. Fueron muchas veces las que escuché las voces de mi entorno que me decían que no iba a poder con ella, que era una oposición muy dura para mí… pero no decaí y creí en mí.
Pero poco después esa ilusión y alegría se empañó… Mi oposición, al ser de un cuerpo del Estado, es a nivel nacional. Elegí los destinos por orden. Empecé por los de Madrid claro está, pero tuve que poner también destinos de otras provincias y esperar a ver cuál me tocaba. Yo por si acaso, alegué mi condición de Víctima de Terrorismo y las circunstancias de enfermedad de mi marido, pero me echaron un jarro de agua fría y no solo me lo denegaron en esa primera instancia, sino que además me destinaron a Barcelona.
Cuando lo vi, se me vino el mundo encima. Se cumplieron todos mis miedos. Tenía que volver a Atocha. Desde aquel día no lo había hecho. Tampoco ayudaba mi destino, ciudad también golpeada por el terrorismo. Y mucho menos dejar a mi hijo y a mi marido enfermo aquí solos con la situación que tenemos.
Me desesperé. Escribí a Pedro. Siempre pude contar con él. Me transmitió que desde la Asocia ción me ayudarían en lo que pudieran y lo más importante que no estaba sola en esto. Enseguida contactó con un trabajador social de la Oficina de Apoyo a Víctimas del Terrorismo del Ministerio del Interior. Me llamó esa misma mañana. Me sentí arropada y me aseguró que contemplaría todas las opciones legales posibles para intentar dar solución al asunto.
Al poco, me remitieron a la legislación a la que me podía agarrar: la Ley 29/2011 de 22 de septiembre de Reconocimiento y Protección Integral a las Víctimas del Terrorismo. Me sumergí en ella en busca de algo que pudiera alegar y así poder solicitar un Traslado por Violencia Terrorista.
Y así inicié otro proceso complicado. El Trabajador Social que me asignaron en el Ministerio del Interior me entrevistó. Abrió mi expediente e hizo un seguimiento de mi caso. Además, elaboró un informe psicosocial para que lo pudiera presentar y exponer mis circunstancias.
Desde este escrito quiero agradecer la delicadeza de Fernando, que así se llama el Trabajador Social del Ministerio del Interior. En la entrevista tuvimos que ahondar en mi situación personal y en todo momento sentí su apoyo y cariño. Era lo que necesitaba: alguien que supiera ponerse en mi lugar. Le transmití mis reparos de asistir a la citación con él en el Ministerio del Interior. Todavía recuerdo el mal trago que pasé cuando fui citada por la forense y pensé que podía ser algo similar. Pero he podido comprobar de primera mano que se ha mejorado mucho en ese aspecto y el personal de la administración encargado de estos asuntos, sabe cómo actuar. También entiendo que en aquel momento, estaba toda la Administración desbordada y sin saber cómo tratarnos.
La ley contempla el traslado forzoso para las Víctimas del Terrorismo con sentencia firme del Ministerio del Interior. Pero no podía pedirlo hasta que no fuera Funcionaria de Carrera. Debía tomar posesión de mi puesto en Barcelona. Fue entonces cuando me armé de valor y llamé al Departamento de Personal de mi destino. No sabía cómo reaccionarían. Planteé mi situación de condición de Víctima de Terrorismo. Les transmití mi dificultad de viajar a Barcelona, porque no me veía yendo a Atocha… además los hice conocedores de mi situación personal.
Volví a sentirme arropada y entendida. Aunque no podían garantizarme nada, me aseguraron que harían todo lo estuviese en sus manos. No tenían referencias de ningún caso similar. Nunca en la Administración General del Estado se había concedido este tipo de traslado.
Días después, desde Barcelona me llamaron para decirme que desde allí aprobaban el traslado y que el Director Provincial lo había concedido. Ahora quedaba que en Madrid dieran el mismo paso.
Y al fin llegó esa llamada. Desde Madrid me lo aprobaban también y me concedieron el traslado, con puesto definitivo y de carácter forzoso. Me informaron de que en la Administración General del Estado era la primera vez que se concedía un traslado por Víctima de Terrorismo. Tuvieron que ela borar un procedimiento porque hasta ahora no existía.
Me quedo con la satisfacción de saber que las personas que ven gan detrás podrán solicitar ese traslado sin tantos reparos ni piedras en el camino. Además, me permitieron que tomara posesión desde Madrid y que tramitara todo el traslado, sin tener que viajar a Barcelona.
Y aquí estoy en mi ciudad, trabajando como funcionaria, pudiendo cuidar de los míos y sin tener que haber pasado la situación
dura y dolorosa de volver a Atocha y viajar en un tren.
Me parece muy importante destacar que esto ha sido un trabajo de equipo y por ello quiero agradecer a cada uno de los que han ayudado a que mi traslado fuera posible.
En primer lugar se lo agradezco a Pedro, Trabajador Social de la Asociación 11-M. Fue el que apre tó el “botón” para que el mecanismo se pusiera en marcha. El que me hizo sentir que no estaba sola, transmitiéndome que hay un equipo detrás apoyándome y facilitándome en todo lo que pu dieran las cosas.
«VOLVÍ A SENTIRME ARROPADA Y ENTENDIDA. AUNQUE NO PODÍAN GARANTIZARME NADA, ME ASEGURARON QUE HARÍAN TODO LO ESTUVIESE EN SUS MANOS»
A Paola, psicóloga de la Asociación 11-M, que me llamó cuando Pedro le informó de mi caso. Me propuso acompañarme en este proceso. Aunque yo tenía mis miedos por empezar terapia con ella, ya que sentía que podía abrir puertas que un día cerré, ha es- tado ahí para darme las fuerzas que muchos días me faltaban y además para ayudarme a reconocer que tengo una herida que no conseguí cerrar, que aunque tapé y enterré, seguía ahí. Ahora estoy con ella dando esos pasos tan difíciles para poder caminar en mi día a día.
A Fernando, Trabajador Social del Ministerio del Interior, que hizo todo lo que estaba en su mano, con mucho cariño y delicadeza que ha hecho que cambie de idea y ya no rechace recurrir a la Administración, demostrándome que están de nuestra parte.
Al Departamento de Personal de la Administración General del Estado en Barcelona, ya que cuando me informaron que se me había concedido el traslado, la persona que me llamó, me dijo unas palabras muy bonitas. Me dijo que la ley está escrita de forma ambigua en muchos casos como este, pero nosotros tenemos que hacer lo posible para que se cumpla. Siempre tendré estas palabras muy presentes en mi carrera profesional que inicio ahora como funcionaria, y siempre como Víctima de Terrorismo aportaré mi granito de arena en la Administración, para que se conozca esa perspectiva, “nuestra perspectiva”, que no siempre es fácil de entender.
Y como no, a mi marido, Joaquín, que ha sido mi bastón todo este tiempo, siendo el gran apoyo en todo esto. Él hizo que creyera en mí para opositar. Después de lo vivido en mi trabajo anterior en la empresa privada, me habían dejado muy tocada emocionalmente y me habían hecho sentir pequeñita. Además, cuando me venían momentos bajos en los que pensaba que no iba a poder con ello, ahí estaba él para animarme, hacerme sentir que yo podía con ello, que lo conseguiría y ayudarme en todo lo que podía para que yo pudiera estu- diar todas las horas posibles. Y me hizo ver que a pesar de mis debilidades e inseguridades yo era fuerte y podía con todo lo que me propusiese.
Y a mi hijo Marcos… qué decirle, que se ha pasado tantos días “sin molestarme” para que yo pudiera estudiar y viéndome desde muy pequeño encerrada día y noche. Sintiéndose siempre muy orgulloso de mí y transmitiéndome que entendía que tenía que ser así para que pudiéramos tener una vida mejor.