Ellos toman mi cuerpo por la noche.
Quieren que los acune
y quieren ser mis hijos.
Los dejaron morir
por un tanto por ciento,
en las listas sin fin que no cuadran
de la Gran Deuda Externa.
Ellos toman mi cuerpo
y se beben mi sangre
y comulgan amor con mi lengua.
Y me ponen su nombre en mis libros.
Y me amargan la boca.
Y envenenan mis sueños.
Ellos quieren que yo los libere,
a través de palabras pequeñas
en letra de imprenta.
Que los lean señores sesudos,
y que les den el Nobel.
Quieren cruces sobre sus tumbas,
nombres sobre sus cruces.
Que Espartaco sea Cristo,
y que les den el Pulitzer.
Y yo los alimento a mi pecho, por la noche,
con una leche que sabe a almendras dulces
y es la misma con que crié a mis hijos.
Y piden más y más y piden tanto
y es un hambre
que no se quita con la muerte.