Hay palabras que aturden
como demoliciones,
que tensan alambradas
con sílabas de acero,
que no dejan en pie
ni el cobijo más firme.

Hay bocas que reclaman los estragos,
y erigen monolitos de ceniza;
persuasivas cadencias,
cubren de angustia el tímpano,
echan sal en los labios del silencio.

Hay manos diligentes
que saben el oficio voraz de la carcoma;
furtivos sedimentos
empañan claridad
con señales de noche.

Cuando la luz inicia
un borrador de aurora,
palabras, bocas, manos,
deshielan sus abrazos de medusa.