Era un día maravilloso y por algún motivo me dieron ganas de pasear, anduve hasta llegar a la plaza del pueblo. Me senté sola, mirando detenidamente la estatua de don Quijote. Dos niños jugaban alrededor de ella, según escuché estaban imitando la lucha entre don Quijote y los cueros de vino. Los ancianos permanecían sentados hablando de viejos tiempos.

Me dormí. Al despertar todo estaba desierto, solo quedaban restos de cubos, palas y castillos, olvidados por los niños. Había algo extraño, esa plaza ya no era la misma. De repente oí el relinchar de un caballo, pero no le di importancia. Pálida, me quedé al ver la estatua de don Quijote acercándose a mí, pensaba que estaba soñando pero no fue así. Se acercó hasta la sombra de mi cuerpo y dijo que él era el famoso don Quijote de la Mancha «el de la Triste Figura» y que venía a rescatarme de este gigante malvado que tiene por nombre Mundo.

Así que cuando acabó de contar su propósito, me agarró de la mano y de un salto subí encima de Rocinante. Primero me llevó hasta la plaza de los tres molinos, lugar donde hacía muchos años don Quijote tuvo su primera batalla, luchó contra el egoísmo, la crueldad y la envidia. Ganó la batalla y en ese pueblo nunca más volvieron a existir esas tres barbaridades. Pero en la misión que ahora nos tocaba hacer era muy difícil. Teníamos que encontrar la llave que cerrase para siempre un mundo de guerras. Un mundo sin guerras es algo muy difícil de lograr, pero don Quijote me contó que lo podíamos conseguir.

Primero teníamos que viajar hasta el país de Dulcinea y buscar por los rincones más profundos la llave que abriera el corazón a toda esa gente que solo vive para destrozar la vida de gente humilde y que no se da cuenta que también está destrozando la suya. A continuación iríamos hasta el almacén de armas más grande del mundo con uáquina y las convertiríamos en palomas de la paz. Y para acabar viajaríamos a cada país y encontraríamos la llave que cerrase para siempre un mundo de guerras.

Estos son los pasos que teníamos que seguir, me contó don Quijote pero, lástima ya es demasiado tarde, don Quijote vuelve a ser una estatua. Es once de marzo y una bomba acaba de estallar en Atocha.