La Muerte
De sonidos y de luces
se llenaba la mañana,
de ropajes milcolores,
de premuras y pisadas.
Pasajeros habituales
ocupaban sus butacas,
sin sospechar que la muerte
les rondaba agazapada.
Cobijada en escondite
reposaba la alimaña
-artefactos del demonio,
traicioneras telarañas-
con sus fauces de explosivo
y sus garras de metralla.
Abajo, once de marzo,
estalló la intolerancia;
arriba, Madrid despierta
mientras los sueños se apagan.
El Lamento
Se pararon los relojes
al sonar la enhoramala.
De lamentos y sollozos
se llenaron las calzadas,
de cascotes y de humo,
de sirenas y de llamas.
Entre hierros retorcidos
reposan muchas gargantas
que cantaron y rieron
e imaginaron andanzas.
Sobre sus ingenuos pechos
se cerró la madrugada,
y se abrieron los lamentos
en balcones y barandas.
No son casta de valientes
quienes empuñan guadañas
y toman la vida ajena
asaltando por la espalda
El Dolor
El rencor de los cobardes
se tornó cruda matanza
y dejó sangre inocente
sobre andenes de esperanza.
España alza su duelo
entre lágrimas amargas.
Todo se muere un poco
cuando el día se desangra
en padrón de oscuras cifras
y nombres de esquela blanca.
Un crucifijo se yergue
sobre conciencias y almas,
y nos recuerda a los hombres
que venimos de la nada.
Tanto dolor sin sentido,
tanto dolor que avasalla,
¿A qué Dios le satisface?
¿De qué Señor es demanda?
La Esperanza
De luto, los corazones,
se visten otra jornada.
Y al compás de los acordes,
que los sollozos acalla,
en los pechos piadosos
van soñando las palabras.
Estimados convecinos
ya formáis en otra escuadra
que no sabe de mentiras,
ni de engaños, ni de armas.
Sois espíritus de paz,
sencillas y humildes almas,
que os arrancaron del mundo
sin permiso ni coartada.
En vuestro cielo sin puertos
quisiera atracar la barca
que dejasteis en la tierra
de ilusiones y nostalgias.