I
El cielo se detiene y desertiza
el caudal del amanecer que sobra,
que a gritos pide el paso del puñal,
como radio a su vez multiplicada.
El pánico entrelaza taquicardias,
tiembla en su mismo seno de fragores,
es roce de ortiga en el alma rota,
un volcán con muñón que impide el vómito.
Retrocede la noche sarracena,
amplía su horizonte desmedido,
atraviesa los granos y el perfume.
De una flor en un bosque incinerado.
la pena miserable me incrimina
en el lado inhóspito del deseo.
II
El cielo se detiene y desertiza
el caudal del amanecer que sobra,
que a gritos pide el paso del puñal,
como radio a su vez multiplicada.
El pánico entrelaza taquicardias,
tiembla en su mismo seno de fragores,
es roce de ortiga en el alma rota,
un volcán con muñón que impide el vómito.
Retrocede la noche sarracena,
amplía su horizonte desmedido,
atraviesa los granos y el perfume.
De una flor en un bosque incinerado.
la pena miserable me incrimina
en el lado inhóspito del deseo.