Bien pronto quise ser,
amigo de toda una vida,
inocente presente de mi juventud
que muy pronto se vio absorbida,
por un silencio sordo,
donde no cabe una luz,
ni ningún halo del día.

Silencio donde haya,
con muchas cosas
que no son oídas,
todo un océano de rostros
donde tú solo eres
una vela encendida,
fácil de ser apagada
por un alma corrompida.

Qué bien gritaron libertad,
al final de cada guerra,
quienes la hicieron a escondidas,
quienes dieron la cara,
y por los que perdieron la vida,
en afán de ciertas sabidurías,
que no sirven de nada
más que para ser oídas,
y hacer del dolor sufrido
un fino y frío hielo
que desgarra día a día.